El mundo vive aceleradamente este tercer milenio, despertando cada vez más la necesidad de un trabajo serio y responsable con los niños y los jóvenes. Aun así, una franja bastante amplia, la adolescencia, no está contemplada. Esta etapa, donde no se es niño, pero tampoco joven, es especialmente propicia para iniciar un proceso de formación que lleve a los y las adolescentes a vivir ideales, a comprometerse y a comenzar la construcción de una personalidad sólida que despierte en él o ella, los anhelos de trascendencia.